miércoles, 22 de junio de 2016

VENCER A UNO MISMO (CUENTO)

Vencer a uno mismo


Para muchos la vida es una carrera sin fin. Pero, ¿para llegar a dónde? Esa es la pregunta que pocos se hace y mucho menos se responden. Tal vez sobre este tema quiso hablar el afamado escritor danés Hans Christian Andersen, quien tuvo que afrontar no pocos obstáculos en su vida. Una familia pobre, una madre alcohólica, la muerte temprana de su padre, una homosexualidad reprimida e innumerables desencantos amorosos marcaron su vida y, por supuesto, su literatura.
A pesar de que Hans Christian Andersen escribió cuentos para niños, sus obras cuentan con una significación que perfectamente puede hacer pensar a los adultos. Será por eso que aun hoy, varios siglos después de la publicación de  El patito feo, La sirenita o Los corredores, dichos textos siguen estando en la preferencia de muchos. Es por ello que son considerados como clásicos de la literatura mundial, no solo danesa.
Para hablar sobre el deseo insaciable de algunos, Hans Christian Andersen se valió de una fábula. Las fábulas son aquellas narraciones que cuentan con animales en los papeles protagónicos. Estos tienen características muy parecidas a las de los hombres, sobre todo de carácter. Casi siempre sus problemas o conflictos se asemejan a las de los seres humanos.
En el cuento que nos ocupa los animales del bosque discutían sobre quién de ellos merecía el primer y el segundo premio por ser los animales más veloces. Ellos no competían en una carrera puntual, sino que el premio se daba por el desempeño de todo un año. Como les decía, las fábulas tratan, en realidad, sobre los hombres. ¿Cuántas veces hemos estado ante este tipo de situaciones, donde debemos ser evaluados por un periodo de tiempo muy largo? Casi siempre este tipo de situaciones genera tensión entre los evaluados y los evaluadores. Este fue el caso de los animales del cuento de  Hans Christian Andersen. Cada uno de ellos creía que se merecía el premio por una razón distinta a sus compañeros. La vida es de la misma manera, cada ser humano se cree con el derecho a ser reconocido por sus supuestos méritos, desestimando –casi siempre- los de sus semejantes.
Por ejemplo, la liebre creía ser la más rápida porque ella alcanzaba una velocidad muy grande al correr entre los árboles. La babosa, que también quería sobresalir, alegó que era ella la ganadora porque había invertido casi todo su tiempo en llegar a la meta. Su tesón era más importante que la rapidez de la liebre. Por otro lado, la golondrina, con su vuelo nervioso, intervino en el arbitraje argumentando que ella era la más rápida volando entre las nubes.
Pero no se crean que son solo los participantes quienes tienen criterios contradictorios, injustos y hasta egoístas. También los jurados tienen su subjetividad y comenten errores. O mejor dicho, arbitran según sus criterios personales.  Este fue el caso del burro, quien pensaba que el ganador debía ser aquel que mayor peso llevara encima. Siendo el burro un cuadrúpedo tan pesado, es lógico que lo dijo desde su punto de visto. Además, el burro habló de la belleza de los competidores y cuán importante era este aspecto para validarlos como competidores.
Otro árbitro que intervino fue el viejo mojón del bosque. En su papel de jefe de los árbitros de la competencia, dijo que su criterio se basaba en el orden alfabético de los nombres de los competidores. Este criterio es tan absurdo como obsoleto, pues la calidad de nadie se puede medir por su nombre, sino por su talento.
El cierre del cuento encierra una moraleja muy buena, pues el autor intenta también, dar su propuesta de ganador. Para él todos los son, en la medida de que disfruten de sus habilidades. Esa es una buena postura para adoptar en el futuro. No todo se trata de competir y ganarle a otros. Más bien se trata de vencer nuestras propias limitaciones.



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